Por Isabel Gómez Acebo
15 de junio de 2012
Me ha llegado en un mal castellano, que he retocado un poco (posiblemente es traducción de ordenador del original inglés) esta carta de Nancy Sylvester, I.H.M. que fue presidenta de LCWR entre los años 1998-2001. Creo que es interesante conocer los argumentos con los que avala los cambios que han sufrido las religiosas de USA.
“Los obispos tienen razón. Las religiosas han cambiado, no sólo en los Estados Unidos sino en todo el mundo. Hemos cambiado de una manera que nos invitó a dejar marchar a quien creíamos que éramos. Rendirse al espíritu, nos despertó a nuevos entendimientos que afectaban nuestro núcleo más profundo. El cambio ha alterado cómo nos vemos, el Evangelio, nuestra iglesia, nuestro mundo y lo más importante cómo entendemos a nuestro Dios. Y este cambio de conciencia no fue fácil, era doloroso, pero como el dolor del parto que se disuelve en indescriptible asombro en la vida que emerge.
No quiero pretender que todo lo que ocurrió en estos 50 años fue perfecto y sin errores o malas decisiones. Pero lo que me queda claro es que la renovación que siguió la estela del Concilio Vaticano II, invita a mujeres y hombres, a religiosos y laicos, a vivir nuestra fe profundamente y conformada por un mundo moderno, pluralista y democrático.
El documento de concilio, Gaudium et Spes, invitó a la iglesia a abrazar los gozos y esperanzas, el dolor y el sufrimiento del pueblo de Dios dentro del mundo y no situándose aparte. Se "abrieron las ventanas" de una institución que habían sido clavadas y se liberó al espíritu. En esa invitación la iglesia recordó lo que Jesús hizo en su vida cuando también "abrió las ventanas" del sistema restrictivo de pureza que prevaleció en su tiempo y proclamó en palabra y hecho que todo el mundo era bienvenido a la mesa y amado por Dios.
En un acto de obediencia las religiosas tomaron en serio esta invitación que surgió de la iglesia y emprendieron la renovación. Fue un acto de gran obediencia y lo sé porque soy religiosa desde 1966, habiendo crecido en Chicago en un enclave católico. La palabra católica define cada aspecto de mi vida — las escuelas católicas, funerales católicos, equipos deportivos católicos, espiritualidad católica, la lista continúa… A la jerarquía le gustaría cómo era yo entonces. No quería que cambiaran las cosas, me imaginé vistiendo un hábito toda mi vida, viviendo en un convento, con una rutina diaria y enseñando en las escuelas. Así
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