El papa Francisco nos
habla de “despertar al mundo”, contagiando la alegría y el amor de Dios que
mira al mundo ojos de misericordia y de compasión. Por tanto, una vida
religiosa replegada sobre sí misma bajo la apariencia del falso espiritualismo,
se enferma continuamente, porque, cuando es referencial, “brilla”, es “luz del
mundo”.
Finalmente, termino
señalando algunos desafíos que ponen en interrogante nuestra propia fe y modo
de vivirla.
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Cuidado con “cortar alas” a la gente que
incomoda.
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La renovación vendrá siempre de las minorías
creativas.
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La institución es necesaria pero para
encauzar carismas, pero es necesario en la formación potenciar los carismas
personales al servicio del Reino.
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No al capillismo (ir hacia la
intercongregacionalidad, religiosos-laicos, unión con asociaciones no
religiosas para favorecer el Reino).
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Necesitamos “ir a la otra orilla”, “salir
de”, “ir a las periferias”.
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Desafío de la diversidad ¿Podremos vivir juntos?
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Trabajar en defensa de la creación, de la
biodiversidad, la realidad del cambio climático. Cuidado del medio ambiente.
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Necesitamos nuevos lenguajes para enfrentar
el tema de la familia. Entre otros.
Toda esta
situación me deja personalmente cuestionada, no sé si a ustedes también,
al mismo tiempo me deja con una
necesidad de dar una respuesta interior que te permite reubicarte en esta
realidad. Somos seguidores del resucitado y creer en el resucitado es tener
esperanza. Nuestra alegría y esperanza se sostiene en el mundo. No es una
esperanza evasiva, transhistórica, tiene un enganche con la realidad de hoy. La
esperanza se sitúa en este mundo no sobrevuela.
La
esperanza nos alienta en procesos difíciles. Necesitamos estrategias para
responder a la complejidad del mundo. Los resortes son espirituales.
Concluyo invitándoles a escuchar una canción
que habla de la búsqueda de Dios en medio de la realidad: “Dios” de Pedro Guerra.
María Nely Vásquez
Pérez, sfb
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