8 de enero de 2015

FUNDAMENTOS BIBLICO

encuentro habitado brota sorprendentemente una solidaridad eficaz, entrañable, distinta y más honda: “Inmediatamente se puso en camino y fue a visitar a Isabel” (Lc 1,39). Una palabra sostenida por Dios cambia su mirada y la dirección de sus pasos.

La alegría en Cristo nos lleva a asumir decisiones creativas y arriesgadas. El paradigma tradicional de la misión y la evangelización –tan valioso en otro tiempo- ya ha quedado obsoleto. Responde a otras épocas. Esto no implica que tengamos que desenraizarnos de la historia. La Iglesia, señala Francisco, tiene que “primerear” y no ir siempre en la cola de la historia[1]. Es el tiempo de un nuevo paradigma, una nueva visión, una nueva misión ¡No debemos dejar las cosas como están![2] Hace falta un discernimiento profundo y serio sobre nuestra nueva forma de ser y de estar en el mundo. Sólo así podemos ser profetas que anuncian buenas noticias y no calamidades.


El criterio del que “siempre se ha hecho así” no funciona “respetar la tradición”, urge una conversión radical que permita dar paso al “Espíritu” y no ha nuestros pájaros que tenemos en nuestra cabeza. Se pierde demasiado tiempo discutiendo en temas que nos hacen mirarnos al ombligo, relaciones humanas ¿Qué nos está pasando? Necesitamos audacia para reimaginar, reorganizar estructuras, estilos y nuevos métodos. Todo esto, desde una búsqueda conjunta, en mesa compartida, sin dar las cosas por supuestas, donde todos somos protagonistas del cambio y la transformación.

Estamos ante un tiempo que requiere nuevos gestos, lenguajes: “Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo” (2Cor 5,17). El encuentro con Cristo nos pone en movimiento, acción, nos permite soñar con lo imposible, abrir nuevos caminos, acoger la fuerza del Espíritu y todo esto pasa por la desinstalación, por un nuevo modelo de vida consagrada. Por explorar lo inédito y activar la esperanza. “Oigo un lenguaje desconocido...” (Sal 80,7). El raquitismo, el miedo a perder poder y seguridades es lo que encierra y entorpece el anuncio del Evangelio.


La vida consagrada tiene una fuerte responsabilidad en la formación de la novedad en el anuncio del Evangelio para el contexto, las improvisaciones no nos sirven. Para ello necesita una formación teológica, ética con “olor a Evangelio”. Me preocupa que en ciertas comunidades de formación y centros de teología todavía sigan impartiendo modelos rancios, medievales que tratan de imponer el dogmatismo, clericalismo, bajo el pretexto de mantener las sanas tradiciones. “Un corazón misionero nunca se encierra o repliega en sus seguridades, nunca opta por la rigidez autodefensiva; sabe que él mismo ha de crecer en el Evangelio y en el Espíritu...”[3].

3.    “No nos dejemos robar la alegría”

“Quien pone a Cristo en el centro de su vida, se descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se convierte en el centro de tu vida, tanto más te hace salir de ti mismo, te descentra y


[1] EG, 24.
[2] EG, 25.
[3] EG, 45. 

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