una diferencia que marcó la
diferencia respecto a otros años. Luego de un trabajo de conocimiento y
sensibilización con los alumnos para
preparar nuestros corazones para acoger las diversas realidades con las que nos
íbamos a encontrar. Grata fue nuestra sorpresa al llegar a este hogar del
Cotolengo, veíamos que los jóvenes interactuaban con mucha espontaneidad con
las personas del lugar, las abrazaban y se dejaban abrazar, jugaban, bailaban,
conocían…. Hasta que llegamos a la sección donde estaban los que padecían
enfermedades más severas. Fue un momento de encuentro con el Misterio de la
vida… Muchos interrogantes y pocas respuestas…
Luego
por la tarde nos reunimos con los alumnos para dialogar acerca de la
experiencia. Salió con fuerzas la paradoja de la vida: ¿Donde quedaba el instinto
de conservación cuando veíamos a los enfermos crónicos (en su mayoría
adolescentes) autoagrediéndose?… Uno de los alumnos compartió: “Nosotros
quienes nos consideramos normales muchas veces también luchamos contra nuestra
propia vida cuando no nos valoramos a nosotros mismos o a nuestras familias,
cuando nos drogamos o alcoholizamos, cuando no tomamos en serio nuestro estudio, o nos despreciamos a
nosotros mismos con palabras
hirientes…Esas son formas de autoagredirnos. El encuentro de hoy con estas
personas nos ha enseñado a valorar y cuidar la vida”.
La enfermera nos decía que
estas personas con capacidades diferentes le han enseñado a “amar gratuitamente
y de verdad, ellos no tienen prejuicios. Saben dar y recibir amor. Ellos nos
revelan quiénes somos nosotros”.
Verdaderamente que es un aprendizaje para la vida, éstas
personas nos han reafirmado sin palabras pero con gestos que aquello que nos
hace profundamente humanos no es nuestra mente sino nuestro corazón, no es
nuestra inteligencia, no es el poder, ni la ambición sino el amor.
Estas hermanas y hermanos
del cotolengo con historias dolorosas y rostros concretos nos revelan el
misterio del Dios amor que los habita por el cual son plenamente capaces de
recibir y dar amor, en medio de sus diferencias.
Quedan aún muchos sentimientos sin expresar... Pero
quisiera concluir con la respuesta a la
pregunta del título que encabeza el texto (correspondiente a un antiguo
cuento):
“Puedes
distinguir el día de la noche cuando puedes ver el rostro de los seres humanos
como tus hermanos. Antes de ese momento es de noche y la oscuridad todavía está en nosotros”.
Selva Encina
Ñemby - Paraguay
No hay comentarios.:
Publicar un comentario