9 de enero de 2015

EDITORIAL

Nuestro compromiso colectivo elaborado en el Capitulo General 2014 nos dice: “Abiertas a la gran historia del universo, en el que Dios se revela, llenas de pasión por la Misión de Jesús, en nuestro mundo en vertiginoso cambio, acogemos y ofrecemos el Don de Comunión con la urgencia que el momento requiere”.
Al terminar este año litúrgico e iniciar un Nuevo Año, nuestro Dios nos necesita, en este adviento “con el cinturón ceñido, las sandalias en los pies y el bastón en la mano… prontas a responderá a la voz de Dios, que resuena donde la Vida Clama” Ex 12,11.
Hemos terminado el Año Litúrgico, dándonos cuenta de que Dios hace suyo el sufrimiento de los pequeños, se hace  presente donde la Vida Clama. Ez. 34, 11-17.
“Como el Padre me envió al mundo, yo les envío a Uds.”, Jn. 17, 18. Al iniciar este tiempo de Adviento, necesitamos mirar cómo están nuestras relaciones, pues Dios se hace persona, para encontrarse con nosotros, necesitamos encontrarnos con  Jesús.
¡Puede ser que también en nosotros la Vida clama!, Necesitamos que nuestro corazón se encuentre con el suyo misericordioso, necesitamos soltar nuestras miserias, para que Él nos sane, nos rehabilite, nos capacite para realizar su misión y nos pueda enviar.
Para que se dé ese encuentro necesitamos tomar conciencia de que tengo un “yo”, de lo contrario no sé qué es ser persona. La conciencia de este “yo” la adquirimos gracias a que hemos sido intensamente amados en nuestra familia, es ahí donde nos damos cuenta que tenemos una dignidad y unos valores irrenunciables, que nos sitúan a otro nivel con las cosas. A un mueble no le pido permiso para cambiarlo de sitio, entre otras cosas porque no puede responderme.
Si percibo mi yo, descubro  que los demás también son“Yos”, es decir  que a partir  de esta constatación del “yo” nos abrimos al tú. El “tú” es la percepción de otro como “yo”. Este círculo de los “tus” es el que posibilita la relación interpersonal como tal. Más aun, es imprescindible  entrar es ese círculo para que nuestra relación pueda llamarse persona.
Lo maravilloso del Adviento es que nos vamos capacitando para encontrarnos con nuestro Dios, que se nos revela como el “Yo soy” y entra en el círculo de los “Tus”, se hace uno de nosotros para demostrarnos  cuánto nos Ama, es una relación interpersonal nueva, “como el Padre me amó así los amo yo, permanezcan en mi amor”.
Si hasta ahora  no hemos tenido la experiencia de ser intensa y gratuitamente Amadas, para darnos cuenta de nuestra dignidad y valores irrenunciables, ¡No importa! Hoy tenemos la oportunidad de tomar nuestro yo, entre las manos como  lo hizo Jesús, de dejarnos  Amar  por el Padre, para crear relaciones interpersonales nuevas, que transformen  nuestro corazón lleno de miseria, sanándolo, llenándolo de vida y alegría. Esta experiencia de encuentro con Dios transformador, nos capacita para responder a la voz de Dios que resuena donde la vida clama en el sufrimiento de los pequeños, los últimos cuya  vida está en peligro en cualquier parte del universo.
La Virgen María nos acompaña, cantemos con ella  “Proclama mi alma la grandeza del Señor se alegra mi Espíritu en Dios mi Salvador”. ¡Atrévete! No temas yo te he rescatado. Is. 43,1.

Después de este encuentro con Dios, nuestro “Yo” se transforma en don para los demás. Como dice el lema de nuestra Diócesis para el año 2015. ¡”Todo lo has recibido de Dios compártelo”!.

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