Nuestro compromiso colectivo
elaborado en el Capitulo General 2014 nos dice: “Abiertas a la gran historia
del universo, en el que Dios se revela, llenas de pasión por la Misión de
Jesús, en nuestro mundo en vertiginoso cambio, acogemos y ofrecemos el Don de
Comunión con la urgencia que el momento requiere”.
Al terminar este año
litúrgico e iniciar un Nuevo Año, nuestro Dios nos necesita, en este adviento
“con el cinturón ceñido, las sandalias en los pies y el bastón en la mano…
prontas a responderá a la voz de Dios, que resuena donde la Vida Clama” Ex
12,11.
Hemos terminado el Año
Litúrgico, dándonos cuenta de que Dios hace suyo el sufrimiento de los
pequeños, se hace presente donde la Vida
Clama. Ez. 34, 11-17.
“Como el Padre me envió al
mundo, yo les envío a Uds.”, Jn. 17, 18. Al iniciar este tiempo de Adviento,
necesitamos mirar cómo están nuestras relaciones, pues Dios se hace persona,
para encontrarse con nosotros, necesitamos encontrarnos con Jesús.
¡Puede ser que también en
nosotros la Vida clama!, Necesitamos que nuestro corazón se encuentre con el
suyo misericordioso, necesitamos soltar nuestras miserias, para que Él nos
sane, nos rehabilite, nos capacite para realizar su misión y nos pueda enviar.
Para que se dé ese encuentro
necesitamos tomar conciencia de que tengo un “yo”, de lo contrario no sé qué es
ser persona. La conciencia de este “yo” la adquirimos gracias a que hemos sido
intensamente amados en nuestra familia, es ahí donde nos damos cuenta que
tenemos una dignidad y unos valores irrenunciables, que nos sitúan a otro nivel
con las cosas. A un mueble no le pido permiso para cambiarlo de sitio, entre
otras cosas porque no puede responderme.
Si percibo mi yo,
descubro que los demás también son“Yos”,
es decir que a partir de esta constatación del “yo” nos abrimos al
tú. El “tú” es la percepción de otro como “yo”. Este círculo de los “tus” es el
que posibilita la relación interpersonal como tal. Más aun, es
imprescindible entrar es ese círculo
para que nuestra relación pueda llamarse persona.
Lo maravilloso del Adviento
es que nos vamos capacitando para encontrarnos con nuestro Dios, que se nos
revela como el “Yo soy” y entra en el círculo de los “Tus”, se hace uno de nosotros
para demostrarnos cuánto nos Ama, es una
relación interpersonal nueva, “como el Padre me amó así los amo yo, permanezcan
en mi amor”.
Si hasta ahora no hemos tenido la experiencia de ser intensa
y gratuitamente Amadas, para darnos cuenta de nuestra dignidad y valores
irrenunciables, ¡No importa! Hoy tenemos la oportunidad de tomar nuestro yo,
entre las manos como lo hizo Jesús, de dejarnos
Amar por el Padre, para crear
relaciones interpersonales nuevas, que transformen nuestro corazón lleno de miseria, sanándolo,
llenándolo de vida y alegría. Esta experiencia de encuentro con Dios
transformador, nos capacita para responder a la voz de Dios que resuena donde
la vida clama en el sufrimiento de los pequeños, los últimos cuya vida está en peligro en cualquier parte del
universo.
La Virgen María nos acompaña,
cantemos con ella “Proclama mi alma la
grandeza del Señor se alegra mi Espíritu en Dios mi Salvador”. ¡Atrévete! No
temas yo te he rescatado. Is. 43,1.
Después de este encuentro con Dios, nuestro “Yo” se
transforma en don para los demás. Como dice el lema de nuestra Diócesis para el
año 2015. ¡”Todo lo has recibido de Dios compártelo”!.
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