El Papa con su testimonio de amor, ternura y cercanía a todos, nos deja una
enseñanza tan hermosa; de que somos hermanos unos de otros, sin distinción de
generaciones, clases sociales, ideologías, hay algo más allá de todo esto que
nos une y nos hace familia. Somos hijos
de un mismo Padre, Dios y hermanos en Jesucristo.
Le damos gracias por el elogio
constante que hace a la mujer paraguaya
que muchas veces sufrimos desigualdades que nos afectan como mujeres, “heroica
y gloriosa mujer paraguaya” como nos define el Papa.
El Papa nos deja todo un programa de vida
para seguir profundizando, orando y practicando, mas en este año de la Vida
Consagrada, para revitalizar nuestra
llamada personal y comunitaria, a hacer de nuestras casas un lugar de
acogida sincera, donde guste llegar, encontrarnos y compartir. Que el Señor nos
conceda un corazón libre para amar al estilo de Jesús, viviendo relaciones de
comunión y esperanza.
Su mensaje fue de esperanza, aliento y
fortaleza.
El papa se llevó el maletín de la esperanza, que contenía las
cartas de los niños de oncología, un cuadro con pinturas y mensajes de los
niños con una bandera paraguaya. Por parte de los funcionarios una estola con
detalles en ñandutí y la imagen de la Virgen de Caacupé.
El papa se despidió diciendo... “Y no se
olviden, de rezar por mí. Estoy seguro que sus oraciones
llegan al cielo".
Juanita Añazco
Mcal. Estigarribia- Paraguay
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