Un sí renovado cada día…
Quiero agradecer a Dios la posibilidad de renovar los votos en la vida apostólica, gracias a las personas que me acompañaron desde el cariño y la oración.
La celebración fue sencilla, compartimos nuestra fe, la experiencia cotidiana de Dios en nuestra vida. Estuvieron presentes el Padre Bachy con los chicos del Hogar buen Samaritano, con religiosas con quienes compartimos los espacios de inserción, y las nuevas vecinas, que nos dieron la bienvenida con corazón agradecido, su felicidad y entusiasmo son un impulso para la entrega.
Mi consagración se renueva cada día en los encuentros sanadores y salvadores, con las distintas personas, que comparten sus alegrías y penas, los desafíos de recomenzar desde la vida vulnerada.
Releyendo “Historia de un carisma” (de la Pág. 15 a la 60) pude encontrar tres aspectos que me parecen importantes rescatar para hacerlos vida:
Fidelidad a la intuición, en un momento histórico en que la vida cristiana necesitaba una profunda renovación, el Buen Padre tuvo la visión de una familia que viviera las virtudes de la Sagrada Familia, en la que todas las vocaciones tuvieran lugar de expresión para anunciar el Evangelio.
Humildad para buscar la voluntad de Dios, Pedro Bienvenido se dejo guiar por el Espíritu Santo, se puso él mismo en manos de Dios, animado por una espiritualidad ante todo inspirada en una llamada fuerte a vivir la entrega total a Solo Dios.
Creatividad, el Buen Padre fue capaz de plasmar en hechos aquello que intuyo, aquel sueño que le fue revelado por Dios. Un sueño nace de un corazón capaz de ver, sentir y pensar el contexto, capaz de descubrir en lo que sucede la llamada de Dios a dar respuesta a las necesidades específicas.
Hoy también, mi vida, nuestra vida cristiana necesita renovación, necesitamos volver a las actitudes esenciales que nos llevan a crear la comunión allí donde estamos, a reconocer las huellas de Dios en cada encuentro, gesto, palabra, silencio, en las propias heridas, en las manos que cuidan, curan y acarician, en los brazos que abrazan, sostienen y animan. En la Palabra, que nos enamora, apasiona y compromete a mirar el mundo, nuestro contexto con ojos de fe “algo nuevo está naciendo, ¿no lo ven?” Is 43, 18-19. La Cena que nos nutre, que recrea aquel acto de fraternidad, a la que nos introdujo nuestro hermano mayor, Jesús, donde nadie es superior o inferior, Él nos entrega la tarea de lavarnos los pies unas/os a otras/os, acto de amor y aceptación.
Que Jesús, María y José, me ayuden a ser fiel cada día.
Comparto con todas/os algunas fotos de la celebración, del encuentro, de la fiesta. Reitero mis agradecimientos por acompañar desde el cariño y la oración.
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