De todas las jóvenes de Nazaret, Dios se dirigió de un modo particular a María, una jovencita de catorce años. María no tiene idea del anuncio que Dios le va a pedir: a esa edad lo normal es que Dios la deje en libertad para elegir su opción de vida ¿Por qué cuestionamos la singularidad con la que Dios nos trata? ¿Por qué nos empeñamos tanto en sacar a toda fuerza nuestros propios planes y proyectos? ¿Acaso no es capaz de hacer lo que él quiere con nuestras vidas cuando le decimos que queremos hacer su voluntad?
A diferencia de José, que se abandona en silencio al plan de Dios, María pregunta por el significado de las palabras que el ángel le transmite: ¿Cómo será todo esto posible? ¿Qué hacemos cuando no entendemos algún mensaje, misión, cambio de plan… que nos llega de sorpresa? La tentación más grande es buscar razonamientos o refugiarnos en nuestros miedos. Sin embargo, María decide entrar en silencio y soledad delante de Dios, soledad ante José, soledad ante su propia gente. ¡Se expone a la sospecha y qué dirán de todos! Tampoco busca la opinión de psicólogos/as, directores espirituales, amigos/as. Ella cree que vaciando su corazón, “Sólo Dios” puede habitarle, sostenerle.
En esa soledad habitada, María acoge la palabra como promesa de una vida nueva, que suscita en ella una respuesta inmediata: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). De esa soledad habitada brota sorprendentemente una solidaridad eficaz, entrañable, distinta y más honda: “Inmediatamente se puso en camino y fue a visitar a Isabel” (Lc 1,39) Una palabra sostenida por Dios cambia su mirada y la dirección de sus pasos. Su reacción de asombro lo expresa cantando bellamente el Magníficat (Lc 1,46-56). ¿Estoy abierta a que la novedad de la Palabra pueda suscitar en mí un cambio de rumbo en mi vida, una respuesta diferente? ¿Dónde busco sostenerme en momentos de desconcierto, duda, vacío?
3. Los pastores se llenaron de asombro al ver al niño acostado en un pesebre (Lc 2,8-20)
Y Dios nos sigue sorprendiendo y desconcertando... La palabra dirigida a José, a María, se hace carne, toma rostro humano, se aproxima a nosotros, suscitando admiración y asombro. Imaginémonos las miradas radiantes de los presentes que rodean al pesebre. Todos contemplan el Misterio lleno de ternura y de bondad. La humanidad de Jesús irradia belleza y bondad, no hay palabras, hay silencio en la “noche de paz, noche de amor”. Se oye la brisa del viento y el crepitar de los grillos en la noche silenciosa y oculta. El Misterio habla, todo queda en suspenso, sólo hay contemplación.
La noche se ilumina porque nace la vida. Todo está bañado por la gracia y el resplandor de luz que brota desde el pesebre donde reposa el niño. La claridad irradia la noche, el Misterio se deja ver, sentir, tocar. En medio de la oscuridad resplandece la vida iluminando y dando sentido.... Los pastores están llenos de asombro al ver al niño. Sus ojos se mantienen inmóviles ante el Misterio. María en silencio guarda todas estas cosas en su corazón (Lc 2,1-19).
La creación está en armonía porque la paz de Dios inunda la tierra. El niño transparenta la gloria de Dios. No es la gloria de un rey poderoso, ni de un rey fuerte. Es la gloria de un Dios que se hace pobre, pequeño, que revela inocencia, bondad y ternura. En la vulnerabilidad de un niño, Dios nos comunica un mensaje de esperanza a los que vivimos sumergidos en el miedo y el temor: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para toda la humanidad: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,10-11).
La belleza y asombro del Misterio suscita alabanza, adoración, acción de gracias. El cielo canta: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres y mujeres en quiénes él se complace” (Lc 2,14). Es el gozo de gloria de Dios que acontece en la vida de las personas, suscitando silencio, novedad, asombro, esperanza. ¿Qué es lo que hace luminosa mi vida y qué es lo que la oscurece? ¿Soy capaz de asombrarme, de creer que la liberación me llega a través de la fragilidad y vulnerabilidad de un niño?
María Nely Vásquez Pérez, sfb - Condevilla – Perú
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