4 de septiembre de 2010

VIDA MISIONERA

REDINFO, me pide para su primer número que cuente mi vida misionera en Brasil. Y lo hago con mucho gusto, recordando estos felices años.


Desde el Noviciado deseaba y pedí las misiones. Nunca pensé en América, que pertenecía a la Esperanza y nunca la consideré tierra de misión. Pedí África, El Congo o Kilembé, cuya lengua francesa parecía más fácil para mi.


Sería pesado contar el porqué de mi larga espera para realizar ese sueño. Fueron ocho años enteritos, muy felices, vividos en el Colegio de Loreto de Valencia.


Por fin el sueño iba a realizarse. La Madre Clara Julien me preguntó si estaría dispuesta a trabajar en Brasil, donde solicitaban más hermanas. ¿Aceptaría cambiar África por América? Es claro que si Dios manifestaba esa necesidad, yo no podía dejar de aceptarla.


Hasta ese momento Brasil era de la Rama de la Esperanza y dependía directamente de la Directora de Rama. Tres hermanas ya habían hecho los votos, para dedicarse a la enseñanza. Por eso, los superiores pensaron hacer una nueva experiencia. La madre María de Jesús Genovés, hija de solo Dios, fue escogida como delegada, todavía sin nombramiento, y Brasil no dependería más de la Rama de la Esperanza.


Así, después de pasar unos días en Burdeos, donde cambiamos la toca de la Concepción por la de la Esperanza, volviendo a España, embarcamos para Brasil la Madre María de Jesús. María de Covadonga y yo, llegando al Puerto de Santos el 14 de diciembre de 1954. Allí fuimos acogidas con mucho cariño por las hermanas que habían venido desde São Paulo, por la Comunidad de Santos y por el Padre provincial de los Oblatos, que nos trajo de coche hasta São Paulo.


Al darme el cambio, me enviaron a Pozos de Caldas, donde también tardé cuatro años en llegar… pues habiendo iniciado con cinco alumnos el Colegio de Loreto de São Paulo, me pidieron quedarme para ayudar a la Hna. Rute a llevar el Colegio para adelante.


En 1958 vino la Madre Clara, Superiora General. Estableció oficialmente la Delegación, nombrando a la Madre María de Jesús, la primera Delegada.


Yo fui transferida para Pozos de Caldas en el Estado de Minas Gerais. La experiencia en esta ciudad fue muy rica. Trabajábamos con los Padres Oblatos de América del Norte, en una escuela de 750 alumnos, en la periferia de la ciudad. Ayudábamos también en la Parroquia y fue principalmente en la pastoral, donde hicimos la experiencia que se podía considerar pionera. Los fines de semana, íbamos dos hermanas con un Padre Oblato para atender tres Haciendas. Una misa por la tarde de sábado y dos más el domingo, por la mañana y por la tarde. Eran tiempos en que la Iglesia era bastante moralista, y para que los hombres no tuvieran vergüenza de confesarse… las hermanas colocábamos diapositivas con la luz apagada… Esos tiempos moralistas, ya pasaron, gracias a Dios. Luego llegó el Concilio Vaticano II.


A fines del año 61 volví a São Paulo, Alameda Glete. En 65, habiendo asumido la coordinación de la Provincia, se fundó Paraguay, que dependía de Brasil. Mucha alegría me daba visitar cada año Paraguay, en las dos primeras misiones del Chaco: Mariscal Estigarribia y Santa Teresita. Después se fundó Asunción. Allí tuve mi primera experiencia de conocer indígenas “de verdad”…Puedo decir que las primeras hermanas y las que las se han ido sucediendo, hicieron y hacen una obra de promoción humana muy importante.


En diciembre de 1974 tuve que ir a Zaragoza, pues mi madre, enferma de cáncer, necesitaba de mi ayuda. A mi vuelta en 1976, no siendo ya necesaria en el Colegio, pedí ir a Bahía. ¡Fue óptimo ! Allí me parecía estar en África, porque solamente las hermanas y el Padre, cuando venía… éramos de raza blanca. Nos ocupábamos de la Parroquia, sin Sacerdote y para ganar nuestro sustento, trabajábamos en la Escuela Pública, en lo que entonces llamábamos Gimnasio y ahora Enseñanza Fundamental. Después se colocó el Magisterio. En el Gimnasio, las hermanas éramos necesarias porque solo había un Profesor licenciado, pero nuestra función principal era la Parroquia sin Padre. Cada mes o mes y medio, venían un jesuita belga u otro español, desde Salvador. La Parroquia tenía la responsabilidad de seis distritos o poblados, todos ellos, inicialmente sin luz eléctrica, sin agua corriente, y a los cuales había que llegar de barca o caminando por lugares difíciles. Cuando yo llegué a Bahía, Salinas ya tenía luz, pero no, agua corriente. Poco a poco, las cosas fueron mejorando. La luz fue llegando a todos los poblados, y después de algunos años, tuvimos la deseada agua corriente.


En el ambiente religioso había también mucha carencia. La gente, naturalmente tenía “religiosidad” pero no era de “Iglesia”. Frecuentaban si, el candomblé y la Umbanda, en un secretismo notable.. Para la fiesta de la Patrona, los hombres ayudaban con gusto, más era teoría o más bien “preconcepto” que los hombres no debían frecuentar la Iglesia… La poligamia era natural. En la misma rueda, bautizábamos niños del mismo padre y de madres diferentes.


Por fin conseguimos un Padre residente: padre Francisco Merkel, Espiritano alemán que fue una verdadera bendición. Como alemán, conseguía bastante dinero, de sus compatriotas, y era, al mismo tiempo muy profundo espiritualmente y volcado para lo social. Hoy, es Obispo de Humaitá, en la región Amazónica. Con él, las cosas fueron mejorando y algunos hombres empezaron a frecuentar… Hizo centros comunitarios, equipos de pastoral y se amplió la Parroquia, anexando también la Parroquia de San Roque con sus capillas.


Salí de Bahía en 1993. La Provincial me proponía volver a São Paulo, y como motivo me decía “que no era bueno quedarse en un mismo lugar mucho tiempo”. Yo ya llevaba 17 años… La verdad, es que el motivo no me convenció… Ahora veo que ella tenía mucha razón. Acomoda estar bien mucho tiempo en el mismo lugar Entre los lugares que me proponían escogí Caiçara que ofrecía trabajo pastoral (era una Comunidad eclesial) y educación de niños/as pobres. Fui coordinadora de un Centro de Juventud que acogía niños y niñas de 7 a 14 años. La mayoría vivía en la favela, en la cual atendíamos también la Capilla Santa Rita. El barrio era muy violento pero las hermanas éramos respetadas y queridas. En ese tiempo celebré las bodas de oro, y quise ofrecer a Jesús mi regalo, fundando un grupo de Asociados, que aunque las hermanas han salido de Caiçara para atender otra Comunidad eclesial más carente y alejada, el grupo sigue creciendo.


A principio de 1998 vine a Glete para el economato provincial, primero, y después sigo en la comunidad, ayudando en el Colegio. De pastoral directa ya no tengo muchas oportunidades. Apenas hago parte de la pastoral del bautismo, en la parroquia. Sin embargo cada vez tengo la convicción más firme de que podemos ser apóstoles en todos los lugares, en todas las funciones, y en todas las edades. Siempre podemos dar testimonio de cristianas felices y sobre todo podemos hacer comunión, que es nuestra principal misión.


Agradezco a Dios por estos 55 años de Brasil. Durante este tiempo, claro está, no han faltado horas difíciles y sufrimiento. La motivación de la liturgia del último domingo nos decía: “El cristiano/a es llamado/a a dar testimonio de su fe, en las contrariedades del día a día” Y yo añadiría: “dar testimonio de fe y felicidad por ser cristianas y consagradas a Dios en la Sagrada Familia.


Concesa Recaj, 84 años

COMUNIDAD DE GLETE. Brasil


Las hermanas consagradas a las obras de la asociación deben identificarse con la

Sagrada familia, animarse de su espíritu, vivir de su vida; no han de amar, ni buscar, ni querer en todas las cosas más que ha Solo Dios y de Él solo es perar todas las luces, todos los Consuelos y toda la fortaleza que necesitan para corresponder a su vocación ” PBN. (T.E. Esp. Propio)






Este testimonio de “vida Misionera” lo publicamos en los dos idiomas así nos lo mando Concesa, para que nosotras eligiéramos y preferimos los dos.



O Informando, transformado agora

em REDINFO, me pede para seu primeiro número que conte minha vida missionária em Brasil. E o faço com gosto, lembrando estes felizes anos.


Desde o noviciado desejava e pedi as missões: Jamais pensei em América, que pertencia à esperança e nunca a considerei terra de missão. Pedi África, O Congo ou Kilembê, porque sua língua, o francês parecia mais fácil para mim.


Seria longo contar o porquê de minha espera para realizar esse sonho. Foram 8 anos. Oito anos inteirinhos, muito felizes, vividos no Colégio de Loreto, em Valência.


Por fim, meu sonho ia se realizar. A Madre Clara Julien me perguntou se estaria disposta a trabalhar no Brasil, onde solicitavam mais irmãs. Aceitaria trocar África por América? É claro que se Deus manifestava essa necessidade eu não ia rejeitá-la.


Até esse momento, Brasil era do Ramo da Esperança e dependia da Diretora de Ramo. Porém três irmãs tinham entrado para o Ramo de Ensino, e os Superiores pensaram numa nova experiência. A Madre Maria de Jesus Genovês, filha de Deus só, foi escolhida para atuar como Delegada, ainda sem sua nomeação, e Brasil não dependeria mais do Ramo da Esperança.


Assim, depois de uns dias em Bordeaux, onde trocamos a touca da Conceição pela da Esperança, voltando à Espanha, no dia 24 de novembro de 1954 embarcamos para Brasil a Madre Maria de Jesus Genovês, Mª de Covadonga e eu, chegando em Santos no dia 14 de dezembro de 1954. Lá fomos acolhidas com muito carinho pelas irmãs vindas de São Paulo, pela Comunidade de Santos e pelo Provincial dos Oblatos que nos trouxe de carro até São Paulo.


Tinham-me enviado a Poços de Caldas, mas trocaram de parecer e como o Colégio de Loreto de São Paulo estava iniciando, com cinco alunos, fiquei aqui, ajudando a Ir. Rute a levar a escola para a frente.


Em 1958, quatro anos depois, veio a Madre Clara, Superiora Geral. Estabeleceu oficialmente a Delegação, com a Madre Maria de Jesus como Delegada. Eu fui transferida em dezembro para Poços de Caldas, MG.



A experiência nesta Cidade foi muita rica. Trabalhávamos com os Oblatos americanos numa escola de 750 alunos, na periferia da Cidade. Claro está, a Escola era gratuita, pois atendia as crianças mais pobres, em sua maioria. Trabalhávamos também na Paróquia e na Pastoral, onde a experiência foi pioneira. Nos fins de semana, saíamos duas irmãs com um Padre Oblato, para a pastoral em três Fazendas. Uma missa na tarde de sábado e duas no domingo. Eram tempos em que a Igreja ainda era bastante moralista, e para que os homens não sentissem vergonha de confessar... colocávamos slides, com a luz apagada... Esses tempos moralistas já passaram, graças a Deus. Estávamos próximas ao Concílio Vaticano II.


No fim de 61 voltei a São Paulo, Alameda Glete. Em 65, tendo assumido a coordenação da província, foi a fundação de Paraguay, que dependia de Brasil. Muita alegria me dava visitar cada ano Paraguay, nas duas missões que então existiam no Chaco: Mariscal Estigarríbia e Santa Teresita. Depois Assunção. Lá tive a primeira experiência de conhecer índios “de verdade”... Posso dizer que as primeiras irmãs e as que as sucederam fizeram e seguem fazendo uma obra de promoção muito importante.


No fim de 74 tive que ir a Zaragoza junto de minha mãe, enferma de câncer e que precisava de minha ajuda. Na volta, em 76, não precisando mais de mim no Colégio. Pedi ir à Bahia. Que coisa boa! Lá me parecia estar em África, pois em Salinas da Margarida, apenas as freiras e o Padre quando vinha, éramos de raça branca. As irmãs nos ocupávamos da Paróquia sem Padre. Para ganhar nosso sustento, trabalhávamos na Escola Pública, no que então se chamava Ginásio, de 5ª série até 8ª. Mais tarde se fundou o Magistério.


No Ginásio, as Irmãs éramos necessárias porque somente havia um Professor Licenciado, mas nosso principal trabalho era a Paróquia sem Sacerdote. Cada mês ou mês e meio, vinha um Jesuíta Belga ou outro Espanhol, desde Salvador. A Paróquia tinha a responsabilidade de seis distritos, todos no início, sem luz elétrica e aos quais havia que chegar de canoa ou andando por lugares difíceis. Em Salinas tínhamos luz, mas não água encanada. Pouco a pouco, as coisas foram melhorando. A luz foi chegando aos Povoados e, por fim, depois de vários anos, chegou a água encanada. No ambiente religioso, também muita carência. O povo, naturalmente tinha “religiosidade” mas não era de “Igreja”. Freqüentava sim, o Candomblé e a Umbanda, num sincretismo notável. Para as festas da Padroeira, os homens ajudavam, mas era teoria, ou melhor, preconceito, que os homens não deviam frequentar a Igreja... Como resíduo de suas origens africanas, a poligamia era natural. Na mesma roda, batizávamos crianças do mesmo pai e mãe diferentes.


Por fim conseguimos um Padre residente, Padre Francisco Merkel, Espiritano, alemão, que foi uma bênção de Deus. Como alemão, conseguia dinheiro de sua Pátria, e era, ao mesmo tempo que muito profundo espiritualmente, muito pelo social. Hoje ele é Bispo em Humaitá, na Região Amazônica. Com ele, as coisas foram melhorando e alguns homens começaram a freqüentar... Fez centros comunitários e a Paróquia ampliou-se, anexando também São Roque, com suas Comunidades.



E saí de Bahia em 1993. A Provincial me propunha voltar a São Paulo, e o motivo era que “não é bom ficar muito tempo no mesmo lugar”. Eu levava 17 anos em Bahia. A verdade que me pareceu uma bobagem... Agora vejo que ela tinha muita razão. Acomoda ficar muito tempo bem, no mesmo lugar. Entre os lugares que me propunha, escolhi a periferia de São Paulo, Caiçara. Trabalho de pastoral (era uma Comunidade eclesial) e trabalho com crianças pobres. Fui coordenadora de um Centro de Juventude, que acolhia crianças e adolescentes de 7 a 14 anos. A maioria era pobre e vivia na Favela próxima, onde também acompanhávamos a capelinha de Santa Rita. O lugar era muito violento, mas as irmãs éramos respeitadas e queridas. Lá celebrei minhas Bodas de Ouro e eu quis também dar meu presente a Jesus, fundando um grupo de Associados, que embora as irmãs tenham deixado Caiçara para atender outra Comunidade ainda mais carente e longínqua, o grupo segue vivo e crescendo.


No início de 1998, vim a Glete para o Economato provincial, primeiro, e depois sigo na Comunidade e ajudando no Colégio. De Pastoral direta já não tenho muita oportunidade. Apenas, faço parte da Pastoral do Batismo na paróquia. Porém, cada vez tenho mais firme a convicção de que podemos ser apóstolas em todos os lugares, em todas as funções e em todas as idades. Sempre podemos dar testemunho de cristãs felizes e, sobretudo, podemos criar comunhão, que é nossa principal missão.


Agradeço a Deus por estes quase 55 anos de Brasil. Neles, claro está, não têm faltado horas difíceis e sofrimentos. A motivação da liturgia deste domingo nos dizia. “O cristão é chamado a dar testemunho de sua fé, nas contrariedades do dia a dia” E eu acrescentaria: “dar testemunho de fé e felicidade por ser cristãs e consagradas a Deus na Sagrada.


Família.Concesa Recaj

Brasil

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