Me gustaría compartir con ustedes el mensaje final del Primer Congreso de Nuevas Generaciones de la Vida Religiosa en Paraguay, fueron días de encuentro, de alegría y sobre todo búsqueda en estos nuevos tiempos, en que la sociedad, la Iglesia y la Vida Religiosa necesitan de luces para seguir dando respuesta a los nuevos desafíos.
Nos reunimos miembros de diversas congregaciones, los días 23, 24 y 25 de octubre, en el Colegio Sor Eusebia Palomino de Asunción. Experimentamos la riqueza de la diversidad, nuestra común fascinación y entusiasmo por Cristo y queremos testimoniar la belleza de lo que vivimos en este congreso de religiosos buscando caminos para revitalizar nuestra vida.
Nos sentimos parte viva de nuestra Iglesia católica, sumergidos en la cultura y en la complejidad desafiante de la realidad social que vive el Paraguay, nos damos cuenta de que el futuro de la vida religiosa está siendo gestado hoy en nosotros y queremos responder a este desafío con entusiasmo y con un sentido de protagonismo responsable.
Asumimos la herencia de nuestras tradiciones, los grandes valores de la historia de la vida religiosa y de nuestras congregaciones, como un antiguo legado que somos llamados a actualizar, recrear y renovar desde el amor a Cristo, en fidelidad a su persona y a su proyecto, respondiendo a las exigencias de los nuevos tiempos.
Esta nueva vida religiosa que estamos llamados a vivir siguiendo a Jesús, nos exige nacer de nuevo en el Espíritu, hacernos como niños, renovarnos personal y comunitariamente para colaborar activa y creativamente en la renovación de nuestras instituciones.
Abiertos a la novedad de nuestro tiempo queremos buscar un nuevo modelo de vida religiosa, que salve lo esencial de nuestro modo de vida e incorpore la riqueza de las nuevas generaciones.
Queremos construir comunidades religiosas abiertas, plurales y flexibles, que incluyan a los/as que son diferentes, queremos comunidades dialogantes, donde se respire un ambiente “ecológico”, donde se oxigene al alma y se vivan relaciones humanizadoras, cálidas, donde podamos amarnos simplemente así como somos.
Queremos vivir nuestra misión en medio de la gente, saliendo de nosotros mismos, deseamos ser una presencia solidaria, al lado de los que están en los bordes y los márgenes, desde las fronteras de nuestra iglesia y de nuestra sociedad, reconociendo la belleza del resucitado en el crucificado, en los rostros sufrientes de nuestro pueblo.
Queremos vivir una mística trinitaria, en relación con el Padre que nos hace sus hijos, aprendiendo a vivir en relación de hermanos, en el Espíritu; descubriendo nuestra identidad en la relación con los demás, con el coraje de escuchar y dejarnos interpelar por la mirada de nuestro pueblo que nos refleja y nos dice quiénes somos los religiosos para ellos, ayudándonos así a construir esta nueva identidad, más fiel a la realidad y más auténticamente humana.
Queremos encontrar la nueva belleza de Cristo, convirtiendo y rehaciendo nuestras categorías estéticas, nuestro sentido de la belleza desde nuestra propia cultura, nuestra tradición, nuestra lengua, reflejando una vida religiosa que tenga rostro latinoamericano.
Queremos ser parte de una nueva Iglesia más comunitaria, en la que los ministerios diversos de hombres y mujeres sean aceptados y alentados, una iglesia articulada más desde la fraternidad y la solidaridad en el servicio, que desde la jerarquía de poderes.
Asumimos vivir la tensión de ser críticos de nuestras propias instituciones al mismo tiempo que reclamamos espacios de responsabilidad y protagonismo joven para construir nuevos modelos de vida, a partir de consensos incluyentes.
Nos duele el sufrimiento de nuestro pueblo y queremos hacernos solidarios con todos los que son víctimas de distintos tipo de violencia y exclusión, con familias enteras que padecen la violencia de la pobreza y la miseria, la inseguridad y el desarraigo. Creemos que el uso de la violencia nunca será un medio aceptable para un cambio verdadero que nos garantice el futuro de paz y justicia que estamos llamados a construir juntos.
Inspirados por la respuesta de María, nuestra madre joven de Caacupe, que se consagró al servicio del Reino de Dios y animados con el ejemplo de nuestros santos fundadores, continuamos en el camino de la construcción de esta nueva vida religiosa que tenemos como misión.
Comunidad de Fernando de la Mora - Paraguay
Asumimos la herencia de nuestras tradiciones, los grandes valores de la historia de la vida religiosa y de nuestras congregaciones, como un antiguo legado que somos llamados a actualizar, recrear y renovar desde el amor a Cristo, en fidelidad a su persona y a su proyecto, respondiendo a las exigencias de los nuevos tiempos.
Esta nueva vida religiosa que estamos llamados a vivir siguiendo a Jesús, nos exige nacer de nuevo en el Espíritu, hacernos como niños, renovarnos personal y comunitariamente para colaborar activa y creativamente en la renovación de nuestras instituciones.
Abiertos a la novedad de nuestro tiempo queremos buscar un nuevo modelo de vida religiosa, que salve lo esencial de nuestro modo de vida e incorpore la riqueza de las nuevas generaciones.
Queremos construir comunidades religiosas abiertas, plurales y flexibles, que incluyan a los/as que son diferentes, queremos comunidades dialogantes, donde se respire un ambiente “ecológico”, donde se oxigene al alma y se vivan relaciones humanizadoras, cálidas, donde podamos amarnos simplemente así como somos.
Queremos vivir nuestra misión en medio de la gente, saliendo de nosotros mismos, deseamos ser una presencia solidaria, al lado de los que están en los bordes y los márgenes, desde las fronteras de nuestra iglesia y de nuestra sociedad, reconociendo la belleza del resucitado en el crucificado, en los rostros sufrientes de nuestro pueblo.
Queremos vivir una mística trinitaria, en relación con el Padre que nos hace sus hijos, aprendiendo a vivir en relación de hermanos, en el Espíritu; descubriendo nuestra identidad en la relación con los demás, con el coraje de escuchar y dejarnos interpelar por la mirada de nuestro pueblo que nos refleja y nos dice quiénes somos los religiosos para ellos, ayudándonos así a construir esta nueva identidad, más fiel a la realidad y más auténticamente humana.
Queremos encontrar la nueva belleza de Cristo, convirtiendo y rehaciendo nuestras categorías estéticas, nuestro sentido de la belleza desde nuestra propia cultura, nuestra tradición, nuestra lengua, reflejando una vida religiosa que tenga rostro latinoamericano.
Queremos ser parte de una nueva Iglesia más comunitaria, en la que los ministerios diversos de hombres y mujeres sean aceptados y alentados, una iglesia articulada más desde la fraternidad y la solidaridad en el servicio, que desde la jerarquía de poderes.
Asumimos vivir la tensión de ser críticos de nuestras propias instituciones al mismo tiempo que reclamamos espacios de responsabilidad y protagonismo joven para construir nuevos modelos de vida, a partir de consensos incluyentes.
Nos duele el sufrimiento de nuestro pueblo y queremos hacernos solidarios con todos los que son víctimas de distintos tipo de violencia y exclusión, con familias enteras que padecen la violencia de la pobreza y la miseria, la inseguridad y el desarraigo. Creemos que el uso de la violencia nunca será un medio aceptable para un cambio verdadero que nos garantice el futuro de paz y justicia que estamos llamados a construir juntos.
Inspirados por la respuesta de María, nuestra madre joven de Caacupe, que se consagró al servicio del Reino de Dios y animados con el ejemplo de nuestros santos fundadores, continuamos en el camino de la construcción de esta nueva vida religiosa que tenemos como misión.
Orembyetia’e ore sy Tupasy Caacupe, mitakuña pyahu ome’ê vaekue hekove Ñandejára ojevale haguâ hese, ha ore mokyre’y umi ore ru ha ore sy marangatu omoñepyrû vaekue ore congregación kuéra, vy’apópe roñemoî tapépe romopu’â haguâ ko religioso ha religiosa rekove pyahu oñeme’êva oréve ore rembiaporâ.Perla Gonzáles
Comunidad de Fernando de la Mora - Paraguay
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