En las visitas realizadas a sus hogares fue surgiendo el deseo de una huerta familiar para mejorar en lo posible la alimentación de los niños. Desde el compartir de la Palabra fuimos descubriendo en estos tiempos tan difíciles, cómo Jesús nos alienta aún más en el valor de la unidad, solidaridad, fraternidad, en la tarea de entregar nuestra vida cotidianamente, no solo por nuestra familia, sino por todos nuestros hermanos porque “…El ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia”. Jn. 10. 10-Fue bueno escuchar que deseaban formar un grupo unido, que era necesario comprometerse a “rezar” para realizar un “trabajo en común”, aceptando el desafío de ayudarse a crear buenas relaciones entre vecinos y hacer realidad la huerta común.
Otras madres se unieron al grupo. Comenzaron las actividades: visitaron al Director de la escuela, le comentaron su inquietud y él nos cedió un amplio terreno con que cuenta la escuela, incluso se comprometió a pasar la “rastra” para poder trabajar la tierra. Se buscó “precio” para la adquisición de algunas herramientas elementales, semillas… Dos papás se comprometieron a instalar la manguera para traer agua de la escuela porque cuentan con una perforación. Esto fue posible, gracias a la ayuda de un mini-proyecto.
Madres e hijos comenzaron a preparar la tierra; el calor agobiante no impidió proseguir la tarea y el “tereré” (agua fría con alguna hierba refrescante) fue pasando de mano en mano. ¡Qué alegría ver despuntar los primeros brotes! y pronto las primeras espinacas, acelgas aparecieron en la mesa de las familias! porque también compartieron con quienes no habían participado del trabajo!.
¡Claro! no teníamos experiencia de cómo mantener el cuidado de la huerta y las “hermanas hormigas”-como diría San Francisco- en una noche se llevaron las verdes hojas…
En luna menguante del mes de agosto han plantado ramas de mandioca, “si Dios quiere” Hermanita –decía Mirian- a comienzo de febrero saborearemos “el pan de los pobres”- como se dice de la mandioca.
Hoy nos visita semanalmente una coordinadora del INTA -a quien recurrimos- para capacitarnos… ¡Qué hermoso como trabajan comunitariamente y se ayudan para mejor su calidad de vida!
Esperamos y deseamos que esto tenga continuidad, porque están con mucho entusiasmo de seguir y de dejarse ayudar por el personal del INTA. Compartimos esta oración que rezamos en los encuentros del grupo:
Bendito seas Dios Padre creador Dios de la Vida, bendito seas por tu creación, por la tierra y el clima,por la lluvia y el sol, por el pequeño milagro de cada semilla, por la inmensa maravilla del pan nuestro de cada día.
Bendito seas Padre Dios, por mantenernos en la boca este antiguo y sabrosos sabor a mandioca hervida, a batata asada, a maní tostado y a maíz pororó.
Bendito seas por repetirnos en la memoria de la sangre la sabia voz de nuestros abuelos guaraníes, criollos y gringos: “La tierra no del que la tiene, la tierra es de quien la trabaja”. Hay que volver a la madre tierra, hay que volver a plantar.
Bendito seas porque a pesar de estar como estamos nos importa la selección y la conservación de nuestra semilla.
Ayúdanos Padre Dios, es nada más y nada menos que la comida de nuestras familias, nuestra olla, nuestra mesa, el futuro de nuestros nietos. Rumbo a la tierra sin males seguimos resistiendo y soñando con la mesa grandota y fraterna y un continuo buen tiempo.
Amén.
Hna. Elsa Santana
Cdad. de Wanda - Argentina
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